La pandemia obligó a los estadounidenses a trabajar en sus casas y ahora los empresarios tienen dificultades para cambiar ese hábito y devolverlos a la oficina.
La razón principal es que antes de la pandemia, los trabajadores estaban acostumbrados a condiciones laborales poco amigables: vacaciones cortas, licencia por maternidad a veces inexistente.
Las oficinas en Estados Unidos están, mitad vacías en comparación con febrero de 2020, según datos de Kastle, empresa que gestiona tarjetas de ingreso de unas 40.000 empresas del país.
El fenómeno presenta fuertes disparidades: las oficinas de Silicon Valley, en California, apenas recuperaron un tercio de sus empleados, mientras que la proporción llega a la mitad en los casos de Nueva York y Washington, o los dos tercios en Houston o Austin.
Trabajadores de Amazon protestaron el 31 de mayo delante de la sede del grupo en Seattle, contra la obligación reciente de concurrir tres días por semana a las instalaciones de la gigante del comercio electrónico.
El mundo cambia y Amazon debe adoptar la nueva realidad del trabajo a distancia y flexible, señalaron los organizadores del movimiento en un comunicado. Reivindicaron también una cuestión de equidad, en particular para las mujeres, los trabajadores de color o con alguna discapacidad.
Por el contrario, el director general de Amazon, Andy Jassy, estimó en febrero que trabajar juntos e inventar es más fácil y eficiente, haciéndolo en persona.
Elon Musk, fundador de Tesla y propietario de la red Twitter, fue más allá y prohibió el teletrabajo en nombre de la productividad y de la moral: los empleados quieren que el obrero vaya a la fábrica, el chef al restaurante para darles de comer, pero no acudir ellos a las oficinas, alegó.
Un tercio de los asalariados en Estados Unidos puede trabajar desde donde quiera, frente a apenas 18% en Francia, según un estudio de la firma ADP publicado a mediados de abril y realizado en 17 países.
Un empleador que impone cinco días presenciales por semana, no sería una opción para mí, resaltó ante la AFP Claire, quien pide no revelar su apellido por cuestiones profesionales.
La mujer concurre a la oficina sin regularidad, una vez cada dos semanas, a veces con más frecuencia. Y no piensa volver al régimen anterior de presencialidad.
Reemplazó el metro por caminatas por su barrio, no pierde tiempo en vestirse a tono y maquillarse cada mañana, trabaja al aire libre con su portátil si el clima lo permite y ya no tiene que correr por las tardes para hacer sus compras.
Las conversaciones con colegas las extraña, un poco, pero esas discusiones informales vuelven claramente menos productivo al trabajador, sostiene.
Sin embargo, algunos ejecutivos reconocen avances gracias al teletrabajo. Aparecieron cuestiones de calidad y eficiencia del modo de vida, reconoce Gayle Smith, presidenta de la ONG One, con sede en Washington.
Criar niños es un poco más fácil si no hay que desplazarse en transporte público todas las mañanas, señaló a la AFP.
Algunos de sus empleados incluso dejaron Washington para vivir más cerca de sus padres que envejecen, o acompañar a sus parejas en su cambio de puesto de trabajo.
La ejecutiva no observa un descenso de la productividad. La ecuación es, para ella, reproducir esa dinámica manteniendo las mejoras sobre la calidad de vida alcanzadas con el teletrabajo.
Para las empresas, es un desafío muy difícil ya que esto cambió la vida de las personas y la forma de trabajar, reconoce Smith.
El teletrabajo es parte de un conjunto de beneficios y opciones que las empresas pueden elegir ofrecer a sus trabajadores, añadió Nela Richardson.
Del lado de los empleados, la cuestión es saber si están listos a sacrificar un avance en su carrera o en sus salarios, para trabajar completamente a distancia, agrega.
Para los empleados, según esta economista, se trata sobre todo de poder elegir sus horas de trabajo.