Las empresas están obligadas, desde 2019, a contar con una política interna que garantice el derecho a la desconexión digital del trabajador, pero no se cumple. Los expertos alertan de que esa falta de descanso afecta a la salud mental de los trabajadores.
«Cada día me llegan emails y llamadas de cambio de turno», denuncia un empleado. Y, es que, esta es una práctica habitual que ocurre en todas las profesiones. Delia es informática y destaca que el móvil se ha convertido en un problema para la desconexión porque en él lleva abierto el correo de empresa y los grupos de WhatsApp, entre otras cosas. «Las ves y quieres contestar», explica.
Alberto, trabajador del sector inmobiliario, dice que la «conciliación familiar y su trabajo» a veces se convierte en una combinación complicada de gestionar. Lo mismo le sucedía a Lidón, sanitaria, quien «al principio no desconectaba», pero con el tiempo ha cambiado «el chip».
Patricia Ruiz Martínez, secretaria Confederal de UGT, denuncia esta situación y explica que «las empresas no se están tomando en serio la obligación legal que tienen de regular la desconexión».
De los convenios firmados en 2023, solo 26 incluían explícitamente un protocolo que controla esta desconexión digital. Una práctica que cada día es más complicada debido a la «irrupción de las nuevas tecnologías, que ha hecho que empeoremos en el derecho a la desconexión», lamenta la secretaria Confederal de UGT.
Entre los españoles las opiniones son variadas, mientras unos corren a atender las llamadas del trabajo, especialmente si «son urgentes»; otros optan por la «desconexión total». Pero, ¿nos pueden obligar a estar pendientes? Según explica Ana Gómez, abogada Laboralista y presidenta de la asociación Laboralistas España, «está prohibido por la ley». «No puedes ser sancionado ni despedido», aclara, ya que garantizar este derecho implica proteger la salud mental de los trabajadores.
El no desconectar del trabajo podría conllevar «graves riesgos para la salud», como «ansiedad o depresión». Por eso, ante la pregunta sobre responder a las llamadas del trabajo, los empleados no tendrían, ni siquiera, que decidir si contestar o no porque directamente no tendrían que recibirla.