Onya Health es una empresa portuguesa de imagen y comunicación en el ámbito sanitario. Durante el verano del 2022, su directora, Vania Lima, decidió reducir el horario para sus siete trabajadores. «Nos encontrábamos cómodos con esta prueba interna, funcionaba bien y nos comprometimos a mantenerla», explica. Entonces, supo que el Gobierno planeaba un plan piloto para analizar en la práctica la semana laboral de cuatro días. «El plan exigía mantener los salarios y reducir el horario en 4, 6 u 8 horas. Junto con el equipo, decidimos que trabajaríamos 9 de cada 15 días», como el 41 % de los participantes.
La mayoría optaron por trabajar nueve horas de lunes a jueves. «Estamos muy satisfechos y pensamos continuar con este esquema. La productividad mejora. Al ser un trabajo estresante, con un ritmo muy exigente y que requiere creatividad, los trabajadores rinden mucho mejor si están despejados y tienen una vida más equilibrada», explica Lima. «No sería una buena idea reducir el equipo para trabajar las tradicionales 40 horas semanales. La calidad del trabajo es esencial y mejora si la carga horaria disminuye». El problema era más externo que interno: «Lo que más recelo nos generaba era la relación con los clientes, pero apenas notaron la diferencia», comenta Desde ahora, el equipo se rotará y, en vez de cerrar dos días al mes, cada viernes trabajará una mitad de la plantilla.
Lima considera que la ayuda del Gobierno «fue fundamental a nivel de consultoría y apoyo para hacer una transición correcta. Nos enseñaron nuevos métodos de organización. Había reuniones mensuales con coordinadores y otros participantes, con pruebas y seguimiento».
Pedro Gomes, economista y profesor en la Universidad de Londres, fue uno de los coordinadores del proyecto, junto a la académica Rita Fontinha. «Algunas empresas ya decidieron seguir y otras continúan evaluándolo. La mayoría no volverán a la semana de cinco días, pero intentarán algo diferente. En las más grandes, surgen problemas con algún departamento en concreto, y por eso hay que buscar una solución”, explica Gomes. De media, bajaron de 41 a 36 o incluso a 32 horas, pero hay un 5 % que siguen trabajando más de 50 horas, admite.
Aunque los resultados finales se publicarán en abril, ya hay métricas muy concluyentes: la ansiedad, estrés y estados depresivos bajan en un 21 %; la fatiga, en un 23 %; y los problemas de sueño, en un 19 %. Antes, un 46 % de los trabajadores veían difícil conciliar trabajo y familia y, tras tres meses, solo un 8 %. El 85 % solo volverían al horario habitual por un 20 % más del sueldo, mientras que el 14 % no lo cambian por nada.
Según Gomes, lo más importante fue la preparación previa: «No solo se quita un día, sino que cambia la organización. Por ejemplo, se reducen la cantidad y duración de las reuniones, se incluye software para la gestión del tiempo, nuevas metodologías… Funciona porque rediseña la organización y aumenta la eficiencia». De hecho, para las pruebas, solo una empresa tuvo que contratar a un trabajador. «Hay un enorme impacto positivo en las personas, en energía, felicidad, compromiso… más que un aumento de sueldo», concluye.